Por Mario Galeana
Puebla, Pue.- En el Barrio de Xanenetla los muros hablan. Y el rumor de voces corre de pared en pared, unido a través de cada trazo de pintura. No se trata de un murmullo ininteligible, sino de un conjunto de voces bien definidas, bien trazadas, cada una revolviéndose en el sonido de su propia historia.
Hace más de una década, un grupo de artistas agrupados en el Colectivo Tomate llegó a este barrio que antaño tenía fama de ser peligroso, y se propuso contar la historia de algunos de sus habitantes a través de murales. El proyecto, que al principio consistía en retratar sólo 15 historias, se alargó por siete años y en total se pintaron 80 murales.
Para pintar cada historia, los vecinos contaron su vida a los muralistas, y éstos convirtieron cada hilo de voz en un nuevo brochazo de color. En el barrio se ofrecieron talleres de pintura y lectura, y poco a poco las calles solitarias fueron llenándose nuevamente de conversaciones y de vida, porque más allá del placer estético de cada mural, el proyecto tenía como propósito reconstruir el tejido social en el barrio.
Hoy, el Barrio de Xanenetla ofrece un recorrido visual —y un amplio suministro para fotógrafos e instagramers— sin principio ni fin, en donde lo mismo se observan seres mitológicos que flores y aves, lianas deslizándose de muro en muro, seres que observan el paso de los transeúntes, perros románticos que aúllan a la luna, corazones y ancianos que se convierten en árboles.
El barrio se encuentra ubicado por encima de una red de túneles que conducen hacia el Fuerte de Loreto, y cuyo origen data de casi medio milenio. Los túneles, de acuerdo con algunos historiadores, pudieron ser ocupados por el ejército de Ignacio Zaragoza para sorprender a los soldados franceses.
El recorrido de estos túneles, que dura un par de kilómetros, requiere ocasionalmente emerger a la superficie y volver al barrio y a los murales, para después adentrarse una vez más en la tierra.
En suma, paisaje muralístico y recorrido subterráneo se conjugan para ofrecer una experiencia estética y turística en un barrio de trazo laberíntico, como todos los barrios fundacionales de la ciudad de Puebla.
Por otra parte, el corazón de las calles empedradas de Xanenetla tiene origen en la Iglesia de Santa Inés, un templo de color azul cuya construcción concluyó en 1776, más de dos siglos después de la creación del barrio.
La zona lleva el nombre de Xanenetla porque, antes de que el Río San Francisco fuera entubado, en el lugar abundaba una arenilla ligera llamada “xalnenetl” que se combinaba con barro para la creación de ladrillos.
De hecho, este antiguo barrio se distinguió durante la Nueva España por ser habitado por ladrilleros y alfareros de la ciudad, que usualmente eran indígenas, y por la instalación de ladrilleras.
Con el entubamiento del río y la migración de sus habitantes el barrio perdió vida, fue despoblándose y se convirtió en una zona de peligro en donde abundaban las pandillas. Pero eso cambió con el arribo de grandes centros comerciales en zonas aledañas y, años más tarde, con los trazos que darían voz a cada muro.